lunes, 8 de diciembre de 2014

#Oparricidio

























En los trece cuentos reunidos por Daniel Medina, bajo el nombre de Oparricidio, no asistimos al asesinato de cretinos si no a trece ficciones que pretenden un crimen en la literatura salteña o al menos, representar la muerte de sus operías.
Hasta hace algunos años la figura del opa transcurrió en la mecedora de la literatura salteña como un mito, un personaje anclado en el imaginario local como un idiota pasivo por el cual conmiserarse; que se dejaba pasear por la ciudad en el bochorno de sus siestas, y al cual las familias preferían ocultar en el fondo de sus casas o liberar en la incierta solidaridad de las fiestas religiosas. Quizás haya sido Juan Carlos Dávalos, quién primara en retratar y elogiar virtudes de este antihéroe absoluto que acompañaba el tránsito lento de la parsimoniosa “Cotópolis” El artista no trata con desdén a los opas, y estimo que cualquier interpretación en contrario no puede observar la nostalgia ni la soledad de la época. Con los años el inefable “Cuchi” Leguizamón, señalaría que las fáusticas virtudes del cretinismo se habían trasladado a cierto prototipo salteño dado a las formalidades y a las ceremonias, que conservaba cierto vicio por las convenciones, y al cual definía como “opa solemne”.  Lo curioso de la vida salteña es que aquellos eufemismos parecieran haberse disparado hacia lo Real, a una escala que terminó por encauzar una numerosa legión de seres autocompalcientes como modelo social. El rol del Estado y las prácticas de ciertas instituciones, aparentemente, no fueron ajenas a la proliferación del fenómeno.
El oparricidio de Daniel Medina, ya no registra aquellas figuras folclóricas,  observa estos nuevos “opas sociales” y apunta a las operías contemporáneas. Pone en acción a estos sujetos atrapados en su obviedad, en su alegre capacidad para asumir lo banal como fundante y que hacen de lo cotidiano, verdaderos ritos de sentido que regulan la vida. Satiriza sobre aquellos que han hecho de la autoestima y sus excesos, una moralina prejuiciosa; sobre el snobismo provinciano; sobre aquello que las familias ya no ocultan si no que exhiben como modelo al haber perdido el encanto de la discreción para ofrecerse como portadores de una “salteñidad” de difícil digestión,  cuando no, escandalosamente violenta.
En trece relatos breves y salvajes, Medina logra confirmar un estado de excepción. Trata la envidia, la doble moral, el ocio, la esquicia y la desesperación, con especial habilidad literaria. Sin lugar para el asombro, todos los relatos conducen al abismo, al horror y a la desdicha.
Difícilmente un libro de cuentos pueda resolver un estado de corrupción social; un conjunto de nuevos editores, autores y prácticas, ya pueden dar cuenta de una situación que crean pobreza, estado policial y corrupción política. Erradicar el fenómeno requiere algo más que pura literatura.
De estas narraciones realistas que ha editado la productora literaria jujeña, Intravenosa, se destacan nítidamente dos que se apartan de esta moda visceralista, (el homenaje a Bolaño, se evidencia en el “El viaje inolvidable”,)  y que recrean la vida virtual en los media impregnada de localismos: “Game Over” y “Reality Show” (los títulos en inglés ya adelantan demasiado de lo que allí puede leerse). Una verdadera guerra de sueños cotopolitanos.
Como bien señala la nota editorial que acompaña la contratapa del libro. "Oparricidio" es un libro que está destinado a marcar, junto a otras publicaciones "una literatura que renueve el campo cultural salteño".
El epígrafe del libro ilustra al desprevenido lector, no tanto en el advenimiento de una literatura como en saber situarse frente a la inquietante experiencia literaria: “Siempre es divertido hasta que alguien se lastima. Ahí se pone hilarante”