lunes, 30 de abril de 2012

Viñeta VII



















Romance del Norte Argentino
de Manuel J. Castilla

Ayer canté en la frontera
hoy canto en Sauzalito,
a mi me gusta cantar
en cada pago un poquito.
(Cancionero Popular de Salta)

Conquista y absorción del español por la tierra
1
Diego de Rojas, sangre espada y sueño
desenvainado en estas zonas altas.
La fundación del Norte era la copla
y el corazón redondo de la caja.

Espuela ardida y voz, la misma cosa
y una sola y madura la esperanza.
Espuela y voz de España se alisaron
como una cabellera en la baguala.

Diego de Rojas vino para irse
y era una arista más en la montaña.

Razón de soledad y paisajes
2
Espuela y voz de España no podían
domar de golpe tan antiguo brío.
El hombre era hacia adentro y desde adentro
Iba saliendo, triste, en los silbidos.

Porque entre sus crispados arenales
en espuma de sal acaba el mito,
toda la coca se le vuelve espera
en las orillas de los espejismos.

Para tanto silencio, mucha muerte
pide mi voz morena al infinito!

Savia y niñez
3
Con el revuelo verde de los tucos
llegaba la esperanza del verano
y la savia del norte por mi sangre
iba subiendo como por un árbol.

Ese era el tiempo para la leyenda
con sus humosos viejos solitarios
y había que alzar tizones en el alba
por no mirarles su dolor ahumado.

Entonces, niño yo, sobre la tierra
era tan puro como los lapachos.

Baile y varonía
4
A los veranos roncos de crecientes
anteponían un pecho de gauchadas,
y el agua turbia de corajes
desencrespábase en sus arrogancias.

Después, muchos caminos polvorientos
y un domingo floreándose de zambas
donde entre zapateos apilados
sumaban como siete las mudanzas.

Enjugaban, entonces, los pañuelos
la clara soledad de las guitarras.

Sentido heroico
5
Sabía del requiebro y de la daga
reconquistando a golpes de entereza.
Unos volvían con un puma muerto
y una remota heroicidad ingenua.

Otros cuando bebían, sollozaban
para apagar tristeza y polvareda
y si algunos mataban, el cuchillo
retornaba a la vaina sin urgencias.

Y después de todo esto me dolía
que se quedaran solos con la espera.

Amistad
6
No retaceaba el hombre sus anchuras
para la tierra hinchada de semillas,
porque donde sobraban longitudes
hasta la mezquindad fue cristalina.

Y si algunos guardaban prevenidos
era para tirarlo al otro día
entre vasos de vinos entonadores
y una pena que nunca se les iba.

Y sobre todo la amistad como una
sombra perfectamente definida.

Verano y carnaval
7
Si un quebracho volteaban, retraían
su oscuro corazón los guayacanes.
Por ese estío caliente, las cigarras
anticipándose a los carnavales.

Luego de las coplas con sus agachadas
como un pájaro más entre los árboles
y por los chacos -cimba y displicencia-
una china habitando soledades.

Para tanta ternura, yo soltara
mi vidalero pecho por el aire!

Dolor
8
Sus dolores, también, que no los llora
pero que canta porque se le vuelven,
ya no son llagas, pero son asientos
que el hombre va poniéndole a la muerte.

Después… la tierra negra y un silencio
que no podrán tapar caña y machete,
ni el socavón minero ni el estaño
porque el silencio tiene boca y muerde.

¡Oh, que pura la muerte entre las cañas
como árbol solo en los atardeceres!

Dimensión
9
Puro como en sus propias alegrías
de alada zamba y ponchos de colores
mientras le duele el indio por la sangre
lleno de bombos y de luna insomne.

Sabe su lentitud fecundadora
por viva piedra y forestal desborde
aunque pueblen su sed de varonía
sus desolados muertos volvedores.

¡Este es mi norte y digo su tamaño
para que todo el mundo lo recobre!

Publicado en El Intransigente
Salta, 16 de junio de 1946.

este poema está incluído en el libro original
El Oficio del Árbol,
Obra Periodística de Manuel J. Castilla 1940 -1960
(Selección, prólogo y notas de Alejandro Morandini)
de próxima aparición