martes, 2 de agosto de 2011

Cielo de pobres celestes*



SALTA, 1930 – 1960
Un relato de pintores, rupturas e identidades
por Luna de la Cruz

edición a cargo de Roly Arias
para Ediciones de Galería FEDRO


“En la negación a una Salta idílica influyó también el peronismo como acontecimiento histórico. Los hechos políticos y sociales se incorporan al arte a través de un misterioso metabolismo que hasta ahora no interesó a los ensayistas”. Estas palabras de Walter Adet, en El arte detector de mentiras, finalmente aparecen refutadas con este libro. Si bien no es intención de la ensayista, el recorte temporal que propone para analizar el surgimiento y configuración del campo de las artes plásticas y la producción iconográfica de los imaginarios sobre Salta y sus tipos sociales, deja, al menos, como extemporánea la afirmación del poeta. El período escogido para su estudio comprende el más relevante y controvertible para la historia de la Salta moderna. Recordamos que en esos años se inaugura el primer Museo Colonial Histórico y de Artes; se crea la Escuela de Bellas Artes “Tomás Cabrera”; arriba a esta provincia el más destacado grupo de artistas para producir y transmitir su oficio; abarca los años de los primeros concursos o salones provinciales de plástica; el surgimiento de las revistas Ángulo y Pirca; comprende el período de los golpes de estado, con auge y caída del Régimen Conservador, y el de las transformaciones institucionales más formidable que haya vivido la provincia junto a la emergencia incontenible del peronismo como fuerza política de características revolucionarias. Luego de aquellos años, nada volverá a ser lo que era, ni siquiera para las delicadas disciplinas que persiguen Belleza.
Luna de la Cruz, realiza un examen, a la vez que una tarea interpretativa, de los discursos dominantes de una época plena de transformaciones sociales y culturales. Aborda discretamente el surgimiento del peronismo como fenómeno que aglutina y da sentido a la acción de las masas y al comportamiento de las elites. Pero no es el peronismo el eje de su trabajo, por el contrario, la autora no afronta abiertamente esta cuestión. Es la lectura que realiza del proceso histórico, la reformulación que hace de viejas antinomias y dicotomías, (culto – popular o civilización y barbarie), junto al análisis de las instituciones que surgen en lo que se define como génesis del campo artístico, lo que hace pensar en todo momento en lo insoslayable que puede resultar el peronismo en algunos casos.

El ensayo no es solo especulación antropológica o examen histórico, también es un relato de pintores que nos traslada a un tiempo mítico, fundacional de una concepción de arte, de su consumo y del ser artista. Es el recuerdo y a la vez la caracterización de un grupo de artistas que se trasladan a Salta, donde recrean tipos humanos y paisajes, emprenden una empresa estética nunca antes ensayada en estas latitudes, incentivando a propios y extraños en aventuras editoriales, exploración de territorios hasta ese momento desestimados, alentando la apertura a una nueva subjetividad y sensibilidad artística que emerge con la Segunda Guerra. A la llegada de los hermanos Bernabó, (uno de ellos el inefable, Carybé), Luis Preti, Raúl Brié y la musa inspiradora del grupo, Gertrudis Chale, arrastrarán en su pasaje sensible al chaco salteño a Manuel J. Castilla, Raúl Aráoz Anzoátegüi y a Carlos Luis “Pajita” García Bes, entre otros cofrades de la hermandad delicada. Se recrea en estas páginas la estancia en Tartagal, en Chicoana y los innumerables viajes y exposiciones entre Buenos Aires, el norte argentino y países vecinos. Es innegable la poderosa influencia que ejercieron en Castilla, Carybé y Chale, (y es innegable también que de todos ellos era Manuel quién trabajaba viajando y tomando de estas experiencias los motivos para su escritura periodística, a la vez que ahondaba en el conocimiento de lo que iba definiendo como propio de su expresión). Hay una anécdota que no se cuenta, porque recién ahora surge de investigaciones y de una escrupulosa lectura de periódicos de época: es el Dr. Rafael Villagrán, quién trabajaba en el Ministerio de Salud de la Provincia, el que lleva al curtido y experimentado Carybé, a orillas del Pilcomayo para que realice unos retratos de pobladores originarios para ser expuestos en Salta, en una suerte de primer PowerPoint para los profesionales de la salud en la ciudad; a partir de allí ya nada podrá detener al grupo en su expedición. Algo de etnografía habría en aquellos viajes pero entendemos que no es tarea de artistas ni la crónica, ni el estudio antropológico, por lo mismo, es posible estar en desacuerdo con Clifford Geertz, y la significación cultural que le otorga a las obras artísticas.
Puede entenderse que la acción de este grupo se afirma en un valor burgués; excluyendo a Castilla y Anzoátegüi, el resto conforma un grupo exógeno que viene a establecerse precariamente y a redefinir lo que se entendía como plástica local, su extrañamiento viene a reforzar el privilegio burgués de captar lo excepcional; cuentan con la técnica, el saber y la posibilidad económica para realizar la operatoria: definen qué es lo observable como materia sensible, el indio chaqueño. El grupo ordena lo extraño y ejerce un esteticismo excluyente al conferirle valor a lo que encuentra a su paso, esa será la forma que tendrá el consumidor de arte a futuro para asegurarse que el producto adquirido proviene de una fuente genuina e inobjetable. Ejemplifica esta situación lo expresado en el número 3 de la revista Ángulo, de septiembre de 1945: “…No exageramos al afirmar que en los últimos veinte años, la dedicación a la pintura por parte de diletantes y artistas, ha sido poco menos que nula. Se podría contar con los dedos de una mano las personas a quienes les interesó poseer no una cultura plástica, sino apenas una información… Hoy ha comenzado a estudiarse esa maravillosa expresión del espíritu. Por ello, como consecuencia de una sutil penetración en los misterios del arte, ha surgido una capacidad de apreciación, un “clima” espiritual que era indispensable. La permanencia prolongada de artistas eruditos, por una parte, y la bibliografía sobre pintura han devenido, si no en una obra de creación, en una disposición generosa del espíritu para todo lo que fuera una verdad pictórica”. La recreación del relato de aquellos días ya lejanos y el consiguiente valor conferido al grupo actualiza la legitimidad que alcanzó aquel puñado de artistas.
El ensayo recupera la figura y el valor plástico de José Casto, quién se destaca por sobre el grupo de “diletantes”, (Mariano Coll, Guillermo Usandivaras, Papi), como aquel que sin pertenecer a la elite local, y que por su trabajo y conocimiento acumulado, logra ocupar un lugar notorio en los años de gestación del campo artístico. Recordamos aquí que fue Casto, quién alentó los primeros pasos de Castilla, en la poesía. Fue él quién ayudó a la madre del poeta, Mama Lola, a imprimir y coser lo que sería Adolescencia, su primer libro artesanal y quién ilustrara las primeras colaboraciones que publicara en El Intransigente.
El capítulo dedicado a los imaginarios de alteridad es el que condensa el entramado conceptual que posibilita entender cómo se ha logrado la operatoria social de construcción y difusión de la imagen del indoamericano perteneciente al territorio del chaco salteño y cómo se realizó y qué antecedentes inmediatos posibilitaron la experiencia del grupo fundador de la modernidad plástica en Salta.
Cabe señalar el valioso aporte documental que realiza el libro al dar a conocer fuentes no divulgadas hasta ahora, entendiendo que cada vez que se publica una imagen de texto, esta tiene un valor documental y no meramente un fin didáctico o ilustrativo. Igualmente, sabiendo del acotado margen que deja el diseño para las reproducciones, lamentamos que no se haya reproducido en un formato más visible el óleo La prueba del calostro, de Carybé, en tanto es el ejemplo más persuasivo del ensayo y que se propone reconsiderar las representaciones de los tipos sociales de la región, este cuadro conserva toda la exuberancia de una vida idealizada integrada a la naturaleza. El lector de este libro se encuentra ante una reflexión académica y no con un catálogo o muestrario iconográfico, por lo tanto es entendible cualquier posible descompensación entre imágenes y palabra: el libro es fruto de un esfuerzo de edición por ilustrar una densidad argumentativa pocas veces desarrollada en los libros de arte local.
El texto viene a suplir una falta de relatos e interpretaciones sobre la época, sus actores, las rupturas y continuidades existentes en el terreno artístico; por las herramientas teóricas utilizadas supera en su claridad expositiva lo que sería un simple panorama de la vida plástica salteña. La publicación reelabora la investigación realizada por la autora para su tesis de licenciatura. Cabe destacar aquí que por el aparato crítico utilizado, el corte temporal propuesto y sus indagaciones ideológicas, este libro puede ser incluido en la serie de estudios sociales elaborados en los últimos años por la Universidad Nacional de Salta, en su Escuela de Antropología más precisamente, y que en conjunto examinan las condiciones de posibilidad de las representaciones sociales salteñas en la primera mitad del siglo XX, (me refiero específicamente a la tesis doctoral de Sonia Álvarez, y las tesis de grado de Mónica Flores Klarik y Andrea Villagrán, cuyos aportes a una historia social de Salta se encuentran en el recientemente editado Poder y Salteñidad).
Galería FEDRO se ha propuesto desde hace algo más de una década no solo la promoción de jóvenes artistas, ha decidido intervenir en la elaboración de un aparato crítico que reformule las prácticas y reinterprete la creación a través de clínicas, talleres, conferencias, seminarios y publicaciones. El primer libro editado en 2005 por esta factoría de arte se llamó, Pintura Contemporánea Salteña, Doce muestras. Salta 1930 – 1960 es su segunda entrega; esperamos que este espacio dirigido por María Laura Buccianti y Roly Arias continúe su incesante producción en beneficio no solo de las futuras generaciones, sino para quienes somos sus coetáneos y depositarios actuales de su genuino interés artístico.

*“Querido Carybé, aquí nos tienes: Luis, Rulo y yo en medio de los arenales, de los perros flacos y sarnosos -de otros perros gordos y plácidos- bajo un cielo de pobres celestes.” Gertrudis Chale