lunes, 14 de febrero de 2011

Tres falsos recuerdos

Hermano mayor en el Observatorio Griffith


vos que soñas y te acordás nomás
de la nube como melena sobre la casa

remembrarás el escarceo de pájaros

a la puerta de los lapachos blancos

de los amarillos o de los apenas lilas que eran tres

ya éramos tres lapachos antes de llegar a Perico

como viniendo de la frontera

en la parla de pájaros con un inglés de juego

balbuceado en alguna playa

alzándose a contrafrente del hermano

y los carteles de la ciudad


volvíamos después de dar un gran rodeo

a ese lugar de insepultos llamado patria

a rollar un cigarrillo en el fondo de casa

como quien recoge un recuerdo

de discursos familiares en la saliva del olvido


fresco en el recuerdo el afiche con el recientemente

ascendido a primera sobre tu cama
y gustavo ardiendo una guitarra verde detrás de la cortina

¿cuanto fuego se alzaba en la playa o

en los enfermos que le tiraban a la madre en su tristeza

por las madrugadas en el estacionamiento del hospital público
?
¿era eso o algo más lo que mirado por tus ojos negros

debajo del arenal californiano
?

suave sonaban los teléfonos de alguien llamando desde la lejanía

con la conspiración en la mano

o queriendo liquidar una deuda ràpidamente

y las ganas de volver por dónde nunca hubieramos salido

si no fuera por las moscas


nunca te hubiera visto así tan sonriente como aquella vez

que perdías la carrera y te subías al podio

sin más y te buscaba el papá con la minolta bajo el brazo

tratando de adivinar el triunfo del hijo

ahora
acostado simplemente adormecido sudando

la espalda apoyada sobre la pared que da al pasillo

la boca abierta a la noche en camisas prestadas

cada tanto una rama de eucalipto entra a tu boca

y preguntás por el verde y el hermano tras la cortina

tendido como un cadáver bocarriba

o en el estacionamiento del Lakewood Hospital

vuelto a la vida por mano de la madre señalando al sur


era tan natural en ella sus pastillas para mantenerse en pie

y seguir en la sobrevivencia como

combatiente de un frente interno
que
podía ser su propia asma o Vietnam o Laos o cualquier láo
y la parentela exigiendo el retorno a la provincia


te recuerdo

fatigando un cerro en camisa a cuadros

por tu aldea mezquina

echado en la somnolencia de las tardes

pidiendo más a lo que ya no puede



pero no tanto como aquellos que llevan estampada


pero no tanto como aquellos que llevan estampada

en la luneta trasera la sombra indeleble

de roberto carlos como la del che

pero mayormente revolucionarios aún

si es que cabe la expresión al fin

aquellos que se creen obligados a llenar con indulgencias

agregan un gramo más de gracia

o vergüenza a situaciones que exigen silencio

y riéndose creen gracioso lo que dicen


si vinieran aquellos con
su particular modo
de desplegar simpatía en camiones

cabeceando en las estaciones

un sanguchito o un marica

o aquellos otros que una vez devenidos invictos

tienen tiempo para ceremonias

¿con cuanto desgarro la mirada deberá ser menos piadosa

que la del cordero a la hora de ser degollado?

reunidos bajo la sombra de mi lengua

en el momento de la escritura abstraída


soportando al loro de moscú que viene me agita

como si todavía anduviera en esas pendejadas

como si todavía atravesara cada mañana

el piquete entre eucaliptos a la velocidad de la flaca ana

con sus hijos que se multiplican en el asiento trasero del peronismo


en nuestras conversaciones de altura matemática

me convencía de las conveniencias de la comunidad organizada

pero aquellos eran días abriéndose en otros bosques

de ligero follaje


es que siempre habíamos hablado sino del poder

a la sombra de lo alto del horno

en la espesura del monte advertíamos

ejercicios de proveeduría organizada

ana joven todavía a través del bosque

a la velocidad de la organización partidaria

de la política de enlaces con acertada capacidad

para los números enteros y fracciones

ana rodeada de niños con el dolor intacto

soportaba un futuro gobernador en su cama

c
asi siempre a la mesa

ahora

cuando ya lo alto del horno no muestra su paladar oxidado

ni gime un rumor clasista

rodeada de laderos ana tus ojos sobre los hornos

donde calienta la razón de tu vida

envuelta en papel de cigarrillos

en la madrugada de la estructura

con más confianza que el pueblo en ana

llevando sus chicos hasta la parada colectiva

desearles suerte contarles los rulos

l
os remolinos del día enfáticamente argentino
veía en ana un hada protectora en la adversidad


aportaba a la unidad descamisada

criando la facción de su vida

entre los eucaliptos de un peugeot justicialista

y yo a su lado en la velocidad del bosque

como quién con la balanza de lo que no pesa


La Calavera

la majada en mansa alineación
conservaba el verde

y ahí ibas vos federico

sentado sobre el lomo
de una punta de bueyes carperos
con mis hijos sobre tus hombros

hablándome de los equipajes húmedos

de los bultos avergonzados

dejados a orillas del camino

dispuestos todos a ocupar la casa

y
calentar las parrillas

oh verano aquel de la alegre despedida

con el nacimiento del muerto a mi costado

y vos federico ocupando la casona de los abuelos

abriendo los postigos limpiando el vano

de calavera de insectos

que alguna vez cayeran ahí

como breve lluvia de bestias muertas

por tu mano diligente


nuevamente abrías los postigos

para que el sol bañara la cuna

las almohadas del pensar alegremente

o del triste recordar

abrías los postigos para que entrara
el aliento de tus muertos

en boca de los vivos

y ocupase su silencio junto a la luz

mientras la rama del molle mecía la cuna

y los niños descifraban la lengua

de los pájaros y reconocían en ellos

una vieja canción heredada

sacudías el polvo de desgracias
y echabas leña a las ánimas
al sinfin de la familia

en tu silbo esquinero

resollaba un sinsonte

su fiebre amarilla

y la charla insistente de la chicharra

en los solazos de tus siestas

oh verano aquel

de las niñas con el agua
pegándole en los muslos

con girones de bejucos

quitados al monte

deseosas de cabalgar hasta loslos
y volver a la calavera
s
iguiendo la huella de la camioneta
en el barro


de las niñas cortando albahaca
vos y yo viendo crecer a mi lado

el tamaño del muerto

su pesada tristeza de tabaco


nada podía recriminársete

llevabas la calavera de tus cuentas

en los cuadernos
como
prodigios de la memoria

podía recostarme a tu lado

y amarte como un amigo ama a su amigo

dejar que me acunes sobre tus recuerdos

alzándome en la memoria

como si avanzara por la historia

sobre el lomo de una punta de bueyes

y crímenes meciéndose

en la pampa de alfalfa

de acá para allá


¿estábamos dispuestos a escuchar

al carro de la belleza arrastrando su calavera

por las calles hasta las últimas farolas?

vos en las fogatas

con los niños sobre los hombros

o señalando las estrellas

luego que el fuego cediera su brasa

al amanecer

o señalando el vuelo de los patos


¿pero qué hacían esos patos acá?

su paso suspendido sobre la mañana

podías indicar su destino trazando un arco

sosteniendo en tu mano un ramo de lilas

y la menor de las niñas julia colgaba de tu otra mano

porque había en ella algo más que amor


era ella la prolongación de tu mano

era el tacto de la carne sensitiva de la tribu

mientras en sus ojos crecía la niebla de la familia

el aura liberador de la acción y la derrota


habíamos aprendido de la muerte

su belleza y esta inocencia que crecía

d
esde tu mano no lo sabía
porque aún estaba distraída

en la fosforescencia de las flores

julia con sus años ahuecados en tu mano

así cómo señalabas el pasaje de los patos

indicabas el norte de las ramas florecidas del peral

sus tímidos frutos asomando al final de la flor

o la sombra de la higuera flechando los sueños

del patio seco donde alguna vez bailaran
los peones de la finca
ahora esos jóvenes

hombres de largas cabelleras

presumen a las niñas aniñándose

esperan obtener de ellas este verano

la atención de su deseo

con el fin de las lluvias

principiaban las hortensias

salidas de su caparazón húmedo

sobaban el relincho allá

en el comienzo del mediodía
luego que federico se pasara
toda una noche señalando el cielo

contando la historia de la mula madre por la senda

del pan santo y la carnada


en el verano
largo
se endulzaban los alambres del aserradero

se tocaba la caja de los chañares

y de los molles anhelantes

antes que bajara la lluvia

como la jaula de un sueño

volvíamos al ocaso del vertedero

con los niños en las ancas y hambrientos

y sonita y sonia madre preparaban

la merienda que duraba hasta la cena

dentro del viento que traía el aguante

de mi muerto junto al fuego del asado

para después irse cuando la guitarra

cubría todo el hogar y se tapaba el vino

y nadie en definitiva terminaba por dejar de amenazar

con alguna copla por cierto
siempre inconclusa


así pasaban los días

como los nidos
en la comunión de los pajaritos

para la terapia de mi calavera

por la velocidad de los días

rodeados de neblina

contándonos la vida y los chicos


pasaban aquellos días lejanos

cuando nuestras viudas

y los niños bajaban
con su puñado de flores lilas

de una casa pobre en lo alto


tomábamos la baza

de los días lluviosos

sobre el mimbre humedecido de canciones tristes

descorchábamos al anochecer

y obteníamos otra baza

de nuestros juegos y de algunos hongos


oh verano aquel

del río frío y profundo

rodeando la casa